sin doblar las hojas

Una de mis aficiones favoritas es leer, leo casi cualquier cosa, libros y revistas por supuesto, pero también me sirve cualquier papel, cartas,  folletos de publicidad ( que perdición, los voy recogiendo de todas partes si no están en mi portal ¡los robo de portales ajenos!), leo los botes de conservas, las instrucciones, los prospectos de los medicamentos.

Y si me quedo sin libros que leer vago como alma en pena por la casa buscando que releer, además me causa mucho pesar no terminarme un libro, siempre pienso que merecen una segunda oportunidad, así que si algún libro se me atraganta, lo dejo en la mesilla de noche, esperando mejores tiempo, aunque la mayoría se quedan llenos de polvo haciendo de montaña donde reposar las gafas cuando me acuesto.

¡Pobres! y es que para ciertas lecturas ya me voy haciendo mayor, yo nunca fui precoz en nada excepto para la lectura, con nueve años me plante en la parte de libros para adultos y le dije a la bibliotecaria que ya no quería libros con dibujos, de los doce a los quince me leí libros (a escondidas) que creo que aun me harían ponerme roja, cuando tenía dieciocho años hubiera leído cualquier cosa, cuanto más grueso y culto, más oscuro y vanguardista, mejor; ahora mis pretensiones son más humildes, a un libro le pido que sea gordo, para tener mucho que leer y que sea entretenido , si, entretenido hasta la frivolidad, si puede ser una novela policíaca mucho mejor.

Como me hacen tanta compañía, me gusta tratar bien a los libros, si los llevo a la playa o de viaje los forro con periódicos y nunca, nunca les doblo las hojas, así que siempre es necesario un marca-páginas.