La niƱa soƱaba con ser contadora de estrellas, mirar al universo de cara y perderse en el negro cielo surcado de pintas blancas, no habĆa estrellas en su ciudad, cada noche se dormĆa mirando a un cielo negro como la pena, cada noche inventaba un cielo profundo en el que la sal se vertĆa desparramada en millones de granos en la bĆ³veda celeste y las maƱanas siempre le deparaban una luz gris y un cielo plomizo.
La niƱa crecĆa y la tristeza se instalaba en su alma -¿quieres ser contadora? cuenta nĆŗmeros tendrĆ”s mĆ”s futuro-, le decĆan y ella lo intentaba no creas, era muy obediente, pero igual no le parecĆa, aprendiĆ³ todos los nĆŗmeros, contĆ³ del uno al mil y luego a un millĆ³n y luego un millardo y luego llego hasta un gĆŗgol, para entonces ya era una mujer (e igual no le parecĆa).
AsĆ que un dĆa la niƱa, que ya era una mujer, ser armĆ³ de valor y aunque era una cobardica se convenciĆ³ de que contando nĆŗmeros nunca llegarĆa a las estrellas y allĆ estĆ” ella, un poco asustada, buscando su firmamento sentada en su tienda, acurrucada junto al bosque oyendo el silbido entre las ramas, contando estrellas.
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El relato es bonito pero la imagen me ha encantado!
ResponderEliminarBesitos!
me encanta que sea asĆ porque en realidad es en la imagen en la que puse todo el cariƱo (;-) gracias)
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